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Mandamiento cumplido

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LEONARDO GUZMÁN
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Mañana hará tres años que se nos fue Antonio Mercader. Abogado, publicista, Ministro de Educación y Cultura, Embajador en la OEA, esposo y padre de familia ejemplar, nunca dejó de ser periodista.

Se inició en La Mañana dirigida por el gran ciudadano que fue Carlos Manini Ríos. Allí fue cronista y editorialista. Por pluma y militancia blanca halló su lugar en El País, donde fue columnista, editorialista y amigo sobresaliente en la rueda semanal. En la Tertulia de En Perspectiva, sus reflexiones iban del humor a la filosofía.

Era periodista pleno porque ejercía con rotundidad la profesión de hombre libre: un oficio que es universal porque está abierto a todos, pero no se universaliza porque también a la religión de la libertad le vienen flaqueando las vocaciones.

Ante cualquier hecho notorio que se diera por sabido, Mercader adoptaba la actitud de suspensión del juicio y de interrogación primigenia. Más que por fenomenología, lo hacía por pasión por lo concreto y lo verdadero. Si encaraba una investigación histórica, raspaba hasta el hueso. Si tenía ante sí hechos que todos daban por ciertos y firmes, los escrutaba. Y al final, nunca entregaba un sancocho de lo que ya se había dicho. Aportaba, cumpliendo el apotegma de Bachelard: una mirada atenta y cariñosa sobre lo conocido siempre genera nuevas reflexiones y provoca nuevas síntesis,

No buscaba parecer original, pero le era natural introducir matices y afinar precisiones. Con lo cual, hasta sin proponérselo, resultaba un interlocutor diferente. Discrepaba sin romper y apoyaba sin prejuicios. No halagaba al oído. Sopesaba conceptos.

Hace pocos meses, Penguin Aguilar editó el libro que Mercader terminó una década atrás y dejó sin publicar: “El último golpe tupamaro”. Con objetividad crítica y vibración republicana en sus páginas reconstruyó la asonada de agosto de 1994 en el Filtro, cuando la Justicia dispuso extraditar a tres etarras que España reclamaba por crímenes terroristas. Procurando que la orden no se cumpliera, Pit-Cnt decretó dos paros generales y junto al Frente Amplio convocó a manifestar, con lo que se juntaron los que iban a gritar con los que iban a apedrear y tirotear. Resultado: un tendal de heridos y el ciudadano Fernando Morroni muerto. En la instigación, José Mujica.

Todos creemos recordar el episodio, pero repasar la cronología y el contexto que Mercader expuso con su estilo ceñido, nos coloca ante detalles desconocidos y protagonismos que el tiempo decoloró.

Al mismo tiempo, nos confirma la fraternidad terrorista que se dio entre los alzados en armas contra la democracia monárquica de la España posterior a la dictadura de Franco y los alzados en armas contra la democracia republicana del Uruguay anterior a la dictadura cívico-militar.

El libro recoge con toda lealtad los documentos en que los tupamaros afirman su compromiso con la paz; y expresamente prefiere las rectificaciones de Mujica -contradictorias, como todo lo suyo- a las cabezas de irreconciliables que son incapaces de alzarse sobre su pasado.

Y en todo eso, reencontramos la voz de Mercader, que se nos fue tras haber obedecido el mandamiento de Manrique.

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